SÍNDROME PREVACACIONAL
En pleno mes de agosto, con la mitad del país de vacaciones, seguir trabajando tiene sus pros y contras. Pros: Barcelona está mucho más tranquila, el teléfono no suena tanto, la gente (en general) vive más pausada… Contras: el calor y las redes sociales.
Si pensabais que este año nos libraríamos de las fotos de pies en la playa, o hechas desde dentro de una camping van en medio de un campo con el hashtag #buenosdías… ¡no podíais estar más equivocados! Pensad en ello: la gente ha estado cerrada mucho tiempo, y ahora que por fin puede salir un poco, la necesidad de que todo el mundo sepa que tienes una vida es aún más fuerte.
Sea como sea, entre las vacaciones de los demás y las mías (que están por llegar) vivo en un estado permanente de nervios, conocido como síndrome prevacacional. Me ha pasado toda la vida. Cuando se acercan, entro en una estado mental de euforia, tanto si el plan es viajar a la otra punta del mundo como si simplemente voy a pasarme los días tumbada en el sofá, en la piscina o en la playa. Y eso, ningún virus ni ninguna pandemia me lo podrá quitar.
Silvia Olmo